Los autos que pudiera haber tenido pero no… (Capítulo II)

Los autos que pudiera haber tenido pero no… (Capítulo II)

Querido sobrino:

Los autos que pudiera haber tenido pero no… (Capítulo II)
Los autos que pudiera haber tenido pero no… (Capítulo II)
Los autos que pudiera haber tenido pero no… (Capítulo II)

Unos meses después conocí, por medio de mi jefe en Armco Argentina, John Harden, a uno de los individuos más pintorescos que he tenido el placer de conocer: Joaquin Chas Madariaga. Culto, muy bien leído, en cuatro idiomas castellano, francés, inglés y alemán. Educado en Argentina, Inglaterra, Francia y Alemania. Heredó una fortuna que liquidó en pocos años de la Belle Epoque, y volvió y gastó los últimos pesos que quedaron en la compra de un campo de unas 400 ha en Bragado y se puso a trabajar por primera vez en la vida. Criaba caballos petisos raza Shetland, y su señora, Tatiana, entrenaba caballos para salto. De eso vivían cuando los conocí; evidentemente les fue bien, porque criaron y educaron 7 ó 8 hijos y a pesar de que la laguna Bragado les robó un tercio del campo por fallas en las obras de canalización de la cuenca del Salado, vivían decorosamente.

Joaquín nos invitó a pasar un fin de semana en su "campito" y Phyllis y yo aceptamos sin sospechar que nos esperaba. La casa de los Chas era confortable y fuimos muy bienvenidos. ¡Era un museo encubierto! Había un aparador lleno de relojes de bolsillo, de oro, plata, alpaca, bronce, el más nuevo comienzos del siglo ´20, el más viejo un siglo ó más anterior. Calculo unos 200 ejemplares.

El living, de unos seis por doce metros completamente tapizado en libros, de zócalo hasta cielorraso tapando inclusive varias ventanas (!), con el estante superior de uno de los laterales con una colección de samovares (aparato que se usa para preparar té en Rusia y Asia). Yo tengo uno que heredé de mi abuelo y lo cuido como un tesoro. Ahí había 30/50, no sé.

Y sigue….colección de armas, alrededor de 300 ejemplares empezando por dos cañones de la batalla de Caseros, pasando por 7 ametralladoras pesadas enfriadas a agua Maxim de la primera Guerra Mundial, 12 pares de pistolas de duelo encajonadas, rifles y escopetas de caza mayor y menor. Armas de puño de las marcas ó calibres más exóticos, carabinas, Luger 7.65, que hoy valdrían 10 a 15.000 dólares c/u en el estado de aquellas. Una mesita redonda, de unos 55-60 cm de diámetro por 70 cm de alto, de latón pulido, resultó ser nada menos que una cápsula (vaina) servida de un obús Krupp de 42 cm, que lanzaba proyectiles de 1160 Kg a una distancia de hasta 6 Km. Fue de uno de los 10 ó 15 obuses 42 cm fabricados y que aterrorizaban a los aliados cada vez que los enfrentaban.

Después de mostrarnos todo esto, nos llevó a un galpón que parecía estar derrumbándose por su propio peso. Otra cueva de Alí Baba. Al abrir el portón vimos primero el Krieger 1897 eléctrico (Francés), hoy de Alberto Liechtenstein, a mi izquierda al entrar el Marathon 1908 ó 1910 (USA), hoy de nuestro amigo y con-socio Juan Carlos Viña. Siguiendo por la pared, un Gladiator año 1910 (Francés), luego cuatro Ford T, dos de ellos baquet de carrera, uno con árbol a la cabeza en una tapa especial francesa, y el otro con una tapa Frotenac, la empresa de Luis Chevrolet cuando se peleó con W. Crapo Durant y se fue de la empresa que lleva su nombre. Los otros dos eran Ford T originales y muy usados. Ya continuando por la pared del fondo estaba un Delahaye 1914 con un bielazo, otro Ford T, radiador de bronce ó sea del ´14 para atrás; y completando la fila un Chrysler ´29 con carrocería cupé convertible con golfera de aluminio por Le Barón. Y en el centro dos autos Grand Prix, el primero un Mors (Francés) del ´02 y el otro un Panhard et Levassor (F) de ´06. Ambos con gigantescos motores de 4 cilindros.

A pesar de varias visitas siempre muy divertidas, nunca le pude comprar nada a Joaquin, ni armas ni samovares ni relojes y mucho menos un auto. John, quien era ya un viejo amigo, le pudo comprar una carabina Luger. Yo en cambio comencé mi colección de bujías con las que iba levantando del piso, o en viejos estantes, y le decía a Joaquín "Mirá como te estoy robando cosas y ni te das cuenta, ¿no sería mejor vendermelas?". Me respondió, "No, de esa forma sería un negocio, y en los negocios es difícil mantener una amistad". Así es que también comencé mi colección de balas y cartuchos, ya que tenía cajas y cajas de municiones para cada arma que poseía.

Todas estas reliquias las había heredado de su abuelo, y por ser un ser sentimental nunca vendía nada, a pesar de las suculentas ofertas que recibía y las penurias que a veces pasaba, nunca cedió ni un poquito. Luego, ya estando yo en Seven-Up y viajando asiduamente por el continente Americano Norte y Sur, cuando volví de un viaje de tres semanas, me enteré que Joaquín había fallecido de un infarto fulminante. La última vez que lo vi fue en el casamiento de su hijo, también Joaquin, unos meses antes de su deceso. "Los médicos me dicen que mis coronarias sirven únicamente para alimentar a los chanchos...", nos informó a Phyllis y a mí, mientras prendía un cigarrillo negro sin filtro, con un encendedor de paracaidista Alemán de la Segunda Guerra Mundial. Se fue en su ley, a la temprana edad de 54 años. Pero como un excéntrico. ¡Y de los grandes! Fue en el ´73 ó ´74.

Joaquin hijo vendió todos los autos en muy poco tiempo, una semana quizás. Los valiosos Mors y Panhard fueron a B. Paul Moser, un conocido "dealer" de California y sospecho que el Chrysler Le Barón también. El resto del paquete aparentemente fue a Baigorria, un re-venta de ésa época, por lo menos vi el Gladiator y el Marathon en su galpón, y creo que el Delahaye también. No sé qué sucedió con todo lo demás.

-Continuará-

Tu Tío Mac

Por: Roberto Macnie