Ladilla

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El árbol y la baquet.

Ladilla

Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla
Baquet La Ladilla

Clima de misterio en el taller "La Cachila". Cuchicheos sospechosos entre Jorge Cardoso y Carlitos Parra indicaban que algo grosso flotaba en el ambiente. Las conversaciones y las medias palabras eran crípticas.

Transcurrían los días y el misterio continuaba. Un día, por fin, se hizo público tanto secreto. A pocas cuadras del taller, en Banfield, en un terreno lindero a una panadería, apareció una baquet. La mecánica y el chasis eran marca Rugby aproximadamente año 1924/25.

Cuando ellos al fin, la compraron, se acabó el misterio y fuimos a verla. Parados en el frente del terreno me dijeron "Ahí está".
¿Dónde? Sólo se ve un árbol en medio de un césped bien cortado…
¡Ahhhh, debajo del árbol! Allí sólo se divisaba una silueta de baquet. Parecía celeste con manchas de óxido, o mejor dicho oxidada con manchas celestes.

Caminamos hasta el fondo para verla y al acercarnos, no podía creer lo que veía: El árbol no estaba al lado del auto, el árbol estaba dentro del auto… El piso de la baquet estaba totalmente picado y en su lugar había crecido un árbol. El susodicho ejemplar vegetal no era menor. Su tronco ostentaba un orgulloso diámetro de más de 40 centímetros.

El árbol dentro del auto era una de las cuestiones. Además, había parte del auto dentro del árbol. Efectivamente, en su crecimiento éste había rodeado amorosamente el cardan, que quedó incrustado en él, sellando una amistad de protección mutua, casi simbiótica. Madera y metal. Metal y madera. El auto protegió primero el crecimiento del árbol. Luego el árbol protegió la vieja chapa de su amigo. Una poesía. ¿Quién dijo que los metales no tienen vida?

Estaba asombrado mirando esta rareza, cuando Jorge dice: "Hay un problema. El dueño del terreno no quiere que se toque una sola rama del árbol. Es condición sine qua non para venderlo"

Luego de las deliberaciones del grupo, tendientes a respetar esa voluntad, se preparó el plan de trabajo:
1º) Sacar tren trasero.
2º) Sacar tanque de nafta.
3º) Des-remachar parte trasera del chasis.
4º) Separar la carrocería del chasis.
5º) Cortar el cardan, quedando 40 cm. dentro del árbol.
6º) Hacer un corte en la carrocería para sacarla por un costado.

Luego de llevarlo a cabo y una vez en el taller, se procedió a rearmarlo. Posteriormente, una recorrida y cambio de aros, las válvulas que habían quedado abiertas, etc. y a ponerlo en marcha.

Seguía yendo al taller y no podía dejar de mirarlo. A pesar de que había estado, al menos, treinta años en ese mismo lugar y a la intemperie, el estado no era calamitoso, si no que relativamente bueno. Tenía un encanto particular, personal.

Me llamaba la atención una curva muy pronunciada en la parte delantera del chasis que indudablemente no me parecía original, y una hoja de elástico en el tren trasero que trabajaba en oposición de los elásticos haciendo un efecto de amortiguador.

Tal fue mi metejón que termine comprándolo. Mis hijos, estaban enloquecidos de contentos. Pero hacerle ver a mi mujer que "eso" era una joya no fue tarea sencilla… Al final se rindió, creyéndome.

Una vez llegado "eso" a casa, la decisión fue no tocarle un pelo; sólamente hacerle un piso y ponerle los asientos, que le llevé a Carlos Pugliesi para que les ponga un cuero de oveja a modo de tapizado, pues pretendía yo un tapizado muy burdo. Carlos me entregó un trabajo a lo Pugliesi, que era la antípoda de mi deseo. Para adaptarlo a lo que yo quería tuve que cortar el cuero de oveja y pegarle los trozos directamente a la estructura, con cemento de contacto.

Otra repasada al motor y quedó listo para llevarlo a Benito Juárez, donde cumplió perfectamente los 70 kilómetros en tierra y ganó en su categoría la prueba de velocidad.

El nombre se lo puse yo. Zeziola apareció hace un tiempito con el "Piojito" y, acordándome de mis épocas juveniles, me pareció más piola tener una Ladilla que un Piojo.

Intervino en varias pruebas más sin grandes problemas. Ahora, creo que no lo haré hacer más pruebas de velocidad. Ya pasó grandes penurias en su vida. La saludable anciana merece días más tranquilos.

Baquet La Ladilla, recuperada y en carrera.
Baquet La Ladilla, recuperada y en carrera.

Por: Juan Carlos Viña